Perú, en Perurail hasta Machu Picchu pueblo

Etapa 11

Despertamos temprano, como siempre. A las 7 y 20 teníamos que estar en la estación de trenes. Después que nos controlaran los pasaportes subimos al famoso tren para Machu Picchu, el Perurail. Estaba prácticamente lleno. Es increíble que para poder ir al Machu Picchu hay que reservar el pasaje del tren con unos meses de antelación. Además 41 dólares para el viaje me parece un robo. Pero por desgracia no hay otro camino para llegar hasta Machu Picchu.

La primera parte del viaje fue salir de Cuzco. El tren sube la montaña zigzagueando por un lado y otro. Marcha adelante y marcha atrás. Pasamos por muchos barrios pobres de Cuzco. La velocidad era muy lenta. Tardamos más de una hora en salir de la ciudad.

Una vez salidos de Cuzco empezamos a recorrer las montañas y los valles de los andes.

Esta zona parece muy fértil, con mucho ganado y cultivos. El viaje lo hicimos siguiendo el río sagrado Urubamba. Muy lentamente pasamos de un paisaje de cultivos y ganados con hierba baja, a un paisaje más rico en árboles. Nos acercábamos a la foresta tropical.

Fuimos bajando de una altura de 3400 metros de Cuzco hasta una altura de 2400 metros en Aguas Calientes, nuestra meta, o sea Machu Picchu pueblo. El viaje fue largo pero bonito. Fue bonito ver los cambios de escenarios.

Sobre las 11 de la mañana llegamos al pequeño pueblo de Aguas Calientes. Increíble el cambio de temperatura y de clima. Estábamos ahora en un clima tropical, con calor y humedad.

El pueblo de Aguas Calientes es un pueblo muy curioso. Para llegar hasta aquí existe sólo la vía del tren. Es un pueblo construido para los turistas que quieren ir a ver el Machu Picchu. La vía del tren atraviesa el pueblo como un segundo río, y es, sorprendentemente, la calle principal. A su alrededor, como todas las calles principales, hay un montón de hoteles y restaurantes. Bueno, en realidad es más correcto decir que todo el pueblo son hoteles y restaurantes y prácticamente no hay casas.

Cuando llegamos no había luz en el pueblo. Por alguna razón se había ido hace unas horas. Nos acomodamos y en seguida salimos para dar un paseo.

Nos dijeron que se podía ir a ver una catarata, y nosotros fuimos a buscarla. Para llegar hasta ella teníamos que caminar por lo largo de la vía del tren. No había otro camino. Hacía mucho calor y caminar en una vía de tren es bastante cansado. Menos mal que no pasaban muchos trenes.

Después de casi una horita de camino pasando entre espectaculares montañas llegamos a una casita. Allí nos dijeron que para llegar a la catarata teníamos que entrar en una propiedad privada y pagar una entrada de 10 soles.

El tiempo amenazaba lluvia y un poquito lloviznó. Decidimos seguir de todas formas. Después de un bonito paseo en la selva llegamos a la cascada. Era pequeñita, pero el sitio era muy bonito. Estábamos metidos en la selva rodeados de insectos y plantas enormes. El olor de la humedad y de la lluvia estaba muy presente. Después de un breve descanso volvimos atrás.

El camino de vuelta al hotel se hizo pesado. Estábamos cansados. No obstante el paseo entre las altas montañas sagradas de la zona fue muy bonito. Las montañas parecen como panetones puestos en una llanura. Son montañas que suben muy empinadas y están redondeadas por la cima. A lo mejor es por esto que a los peruanos les gusta tanto el panetón, les recuerda a sus montañas sagradas.

Llegados al pueblo comimos en uno de los miles de restaurantes y luego fuimos a descansar. Estábamos muy cansados. Sobre las 8 de la noche contactamos con el guía que nos enseñaría el Machu Picchu. Luego salimos a comprar unos bocadillos para el día siguiente. Es aconsejable llevarse algo de comer, fruta, bocadillos y agua. Si son cosas biodegradables las suelen dejar pasar en los controles de entrada al Machu Picchu (no quieren que entres con comida). Comprar de comer o de beber allí podría salir bastante caro.

Finalmente volvimos al hotel. Al día siguiente el despertador sonaba a las 4 de la mañana.

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