Monasterio de Snagov y la tumba de Vlad el Empalador. Rumania

Etapa 3

Desde el pueblo de montaña de Sinaia con el tren nos dirigimos hacia Bucarest. El día estaba soleado. Nuestra idea era ir directamente al Monasterio de Snagov. Aquí es donde está colocada la tumba del Príncipe Vlad Tepes, el “Príncipe de las tinieblas, Dracula”.


Llegar con los medios de trasportes locales no es fácil.
Una vez llegados a Bucarest, en la Estación de Trenes Gara Norte, hay que coger un bus, el número 105 hasta Piata Presei. Se tarda unos 30 minutos.
Desde Piata Presei, salen muchos buses. El que va directamente al Monasterio de Snagov es el número R447, coste 4 Lei (aprox. 0.80€) ida y vuelta. 
El recorrido es bastante largo, más de una hora, dependiendo del tráfico, el Monasterio está a 40 kilómetros de Bucarest. 

El lugar donde está situado Snagov Monastery, es un pequeño pueblo perdido en la llanura de las afueras de Bucarest.
Básicamente no hay nada. Encontramos un lugar donde pasar la noche, pensando que hubiera algo para comer en la zona, pero, finalmente no había nada. Tuvimos que apañarnos comprando en un pequeño quiosco, pan y algo de embutido y queso. Teníamos que pasar solo una noche, luego al día siguiente volveríamos a Bucarest.


La parada del bus está a un par de kilómetros del Monasterio. Fuimos caminando hasta el pequeño lago, allí estaba nuestro alojamiento. Dejamos las cosas y después de comprar algo de comida fuimos a visitar el Monasterio.


Esta era una de las etapas de Rumanía que más nos hacia ilusión. Ver la tumba de conquistador que inspiró las historias de Dracula.

Para llegar al Monasterio hay un puente de acero. Antiguamente se podía llegar a la isla solo con un barco.


Se cuenta que en el Monasterio Ortodoxo de Snagov, antiguamente parte del principado de Valaquia, está enterrado el Príncipe Vlad Tapes III, también conocido como Vlad el Empalador.

Las leyendas dicen que Vlad, después de años de guerras y crueldad, decidió que su tumba tenía que estar en un lugar tranquilo y con paz. La pequeña isla es un lugar muy tranquilo y el lago da la sensación de paz.


En el 1933 abrieron la tumba, para verificar si las leyendas eran reales, pero lo que encontraron fueron solo unos huesos de caballo con algún hueso humano...
¿Será que Príncipe de los No muertos se habrá salido de su tumba y está entre nosotros?

Para llegar a la capilla hay un camino de tierra y en el centro de la isla está la pequeña capilla ortodoxa. 


Cuando entras en la pequeña capilla, la energía que se respira es muy extraña.
Hay una tumba en el centro, muy poco principesca, rodeada de lo que parecen santos guardianes.



Por cierto, para entrar hay que pagar 15 Lei (aprox. 3€), además, si quieres sacar fotos hay que pagar 10 Lei más (aprox. 2€). Un precio muy excesivo para lo que hay que ver.
El Monasterio lo abrieron para nosotros, no había nadie más. Hablando con la chica que nos atendió, conseguimos escaparnos de pagar los 10 Lei para las fotos.



A las afuera de la capilla hay un jardín muy bien cuidado por lo monjes, que por cierto, no vimos ninguno. 
Hay un extraño horno donde, por lo que pone por fuera, parece un crematorio. Y un huevo ortodoxo, símbolo de renacimiento.



En definitiva, creo que si no tienes un medio de transporte propio para llegar hasta aquí, no vale la pena hacer tanto esfuerzo de horas de viaje, para visitar el Monasterio. En 15 minutos puedes verlo todo.



Después de visitar el Monasterio nos fuimos a descansar, al día siguiente teníamos que volver a Bucarest.
Cuando nos despertamos por la mañana, el tiempo había cambiado por completo. Estaba lloviendo a cantaros, y hacía frío. Había llegado el otoño.


Nos encaminamos dos kilómetros caminando bajo la lluvia y sin nada que nos protegiera, hasta la parada del bus. Llegamos empapados. Después de unos 20 minutos de espera, subimos al bus hasta Bucarest. 


Una vez llegados a Bucarest, teníamos que llegar hasta el Hostel. Seguía lloviendo. Nos metimos en el primer tranvía que iba hacia nuestra dirección y después de pocos minutos, subieron a controlar los billetes que no teníamos. Así que nos multaron, como ya expliqué en el post de Bucarest.

Pasamos el último día en Bucarest bajo la lluvia y el frío.
Al día siguiente de madrugada cogimos el Bus Express 780, en Gara Norte, para llegar al aeropuerto.
Aquí termina nuestra pequeña aventura en Rumanía.

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